miércoles, 27 de junio de 2012

La fascinación por el vampiro

El último número de la revista Forbes sitúa como actriz mejor pagada a Kristen Stewart, que ha alcanzado la celebridad como la bella Swan de Crepúsculo. La fascinación por el mundo de los vampiros está más presente que nunca en el cine y en la televisión (True blood, Diario de un vampiro), coincidiendo con el centenario de la muerte de Bram Stoker, que escribió Drácula en 1897. No es fácil adivinar por qué razón los chupasangre fascinan a las nuevas generaciones. Charlaine Harris, la autora de True blood, piensa que los vampiros son una mina en tiempos de crisis.
A su juicio, la gente está obsesionada con la juventud y la belleza que estos seres tienen asegurada, al tiempo que intentan redimirse con el amor, aun a costa de ingerir la sangre de sus amadas, a modo de fuente de vida. Una tesis llevada a cabo por dos estudiantes de la Universidad de México añadía que el vampiro simboliza el lado oscuro de nuestro ser, que ha decidido apartarse de la ética. Así, hemos humanizado a estos personajes, hasta el punto de reconocer su lucha por ser mejores a partir de sus amores asesinos.
Stoker siempre contó que era hijo de una austera familia burguesa, cuyo único lujo era la cultura. Su precaria salud hizo que pasara los primeros siete años de su vida en cama, teniendo como única distracción los cuentos de fantasmas y misterio que le contaba su madre, y que influirían decisivamente en su fantasía. En Londres conoció al actor Henry Irving, quien, satisfecho por una crítica que escribió de su interpretación de Hamlet, lo contrató como secretario y representante. El actor le llevó por la mala vida y en el barrio de prostitutas de París contrajo una sífilis que le acarrearía la muerte. Antes, el orientalista húngaro Arminius Vámbéry le contó la historia de Vlad Draculea, llamado el empalador, lo que le inspiró su novela. En ella refleja la lucha entre el bien y el mal, y los rasgos del protagonista fueron inspirados por el mencionado Irving y por el compositor Franz Liszt.
La confrontación entre el eros y el tánatos está presente en buena parte de la literatura universal. Pero en la actualidad el vampiro es una buena metáfora de nuestro tiempo donde, banqueros poco escrupulosos, financieros sin moral y políticos carentes de ética nos han chupado la sangre con sus afilados colmillos, dejándonos indefensos, mientras al amanecer volvían a la protección que les daba vivir en el lado oscuro. Stoker está más vivo que nunca, cien años después de su terrible muerte a causa de la venérea contraída. Hoy, mientras visitamos la exposición de la Fundación Seoane de A Coruña descubrimos que no sólo Drácula no tenía reflejo en el espejo, sino que buena parte de los vampiros contemporáneos nos devuelven la mirada desde los azogues del poder. Debe ser por eso que a diario nos entran ganas de salir a la calle con una estaca en el bolsillo.

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